martes, 17 de julio de 2012

Día 14. San Cristobal de las Casas y Pueblos Indígenas

Ya instalados en San Cristobal, visitamos el lugar y sus pueblos.

Nos levantamos después de estar escuchando campanas y música desde las 7:30 de la mañana. ¿Por qué? se trata de uno de esos misterios que no hemos podido descifrar.

En seguida salimos a la calle y no nos cuesta encontra un hotel para la próxima noche. Dejamos ahí el carro y las maletas.

En fin. Desayunamos en un lugarcito de la calle peatonal. El día está soleado y cálido, así que decidimos acercarnos a los pueblos de San Juan Chamula y San Lorenzo Zinacantán .

Ambos están muy cerquita. Comenzamos por Chamula. La primera impresión es de niños pidiendo y vendiendo cacharritos de artesanías. Cuando les dices que no quieres comprar te dicen: "pues dame un pesito"

Llegamos a la iglesia. Es la de la primera foto del día de hoy. Para entrar hay que pagar 20 pesos (€1,25) y te avisan de que no se puede hacer fotos. Entran y salen un montón de hombres y mujeres. Ellos ataviados con un poncho de lana basta con pelo de color crudo y pañuelo blanco a la cabeza. Ellas con una falda negra de la misma lana que los ponchos y con una blusa de colores.

Una vez dentro, la primera sensación es la embriaguez que te causan las nubes de fuerte incienso. Cuando los sentidos se acostumbran, lo siguiente que llama la atención es el piso, todo cubierto de puas de pino verdes. No hay bancos. Los feligreses se reunen en familia y buscan o se hacen un huequito en el que se arrodillan en el suelo y plantan decenas de velas grandes y pequeñas. Rezan a sus santos que han sido bajados de los altares, están a los lados, a la altura de su parroquia. Las familias entonan sus oraciones en su lengua indígena, no se oye ni una palabra en español. Junto a las filas de velas, tambien ofrecen sus alimentos, huevos, maiz, gallinas, agua y por supuesto coca-cola. Otros hacen ofrendas de incienso a la cara de los pobres santitos. Estos me recuerdan, salvando las distancias que separan América de Asia, a las ceremonias en el Ganges. ¡Qué rara es la religión!

 

Salimos y recorremos las cayecitas del pueblo. Más de lo mismo, un montón de puestitos vendiendo nada barato para estar aquí. Seremos muy raros, pero no nos va nada ese acoso y derribo al turist y sobre todo la cantidad de nenes pequeños pidiendo y usando su condición de indígena para despertar en el visitante sentimientos de compasión.

Nos vamos al segundo pueblo del recorrido, Zinacantán. Por el camino vamos hablando sobre como gestionan los indígenas el tema del turismo y de repente, a la entrada del pueblo, nos para un nene vestido de su etnia y nos dice que para pasar al pueblo tenemos que pagar 15 pesos. A ver, está claro que no es por el dinero, pero le explicamos al adulto que viene detrás de el niño que sólo queremos ver el pueblo y quizás sus artesanías pero que no entendemos que para entrar en una población tengamos que pagar una entrada. Él nos dice que sí, que debemos pagarla para estar seguros y que además así vamos a ver a los nenes con sus vestidos típicos y tal... Le digo que los niños donde tienen que estar es jugando o en el colegio y que no entendemos esa manera de ver las cosas y que preferimos no entrar. Nos mira con cara de interrogación y nos vamos. ¿Estaremos equivocados? ¿Alguien quiere decir algo? Está claro que el turismo es una fuente de ingresos, pero ¿a costa de cualquier forma de actuar?

Para entonces ya ha cambiado el tiempo y se ha puesto a llover, así es la temporada de lluvias en México... Volvemos a San Cristobal a comer y acabamos en un sitio de menú corrido con menos suerte que otras veces.


Tomamos un cafecito con denominación Chiapas y nos vamos en busca de un talabardero que es un profesional del cuero. Allá donde vamos compramos un bolso. Esta vez, no contentos con los que venden en los puestos, nos vamos al creador. Así que nos salimos del circuito turist y nos vamos por calles en las que nunca vieron un güero antes y encontramos a este señor que nos vende un bolso de cuero a muy buen precio.

Continuamos la ruta de la compra. Otro de los afamados productos de Chiapas es el ambar. Buscamos entre un montón de puestos en una feria de artesanos de ambar y por fin damos con el collar bonito y barato tras un duro regateo. Esperamos que bueno también, pero eso es un acto de fé.

La cena de hoy es bastante más anecdótica, pues acabamos en un antro tomando vino mexicano (calidad cuestionable) y las tapas que lo acompañan (muy ricas). El dueño de La Bodega de Baco es Carlo, un italiano afincado en San Cristobal que se lo ha montado muy bien. Nos gusta, entre otras cosas porque trata con respeto y cariño a los nenes que andan vendiendo cacharritos por la noche.

Con la panza más bien vacía pero contentos nos vamos a dormir. Mañana carretera y manta.


 

2 comentarios:

  1. Hola amigos, es hermoso leerlos. Los esperamos!

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  2. Todas estas cuetiones de los niños vendiendo y demás, aunque sabes que ocurren te hacen cuestionarte un montón. Por un lado las nuevas tecnologías llegan a todo el mundo, en cualquier rincón que se encuentre ; por el otro hay un muro de cuestiones económicas e históricas atávicas, difícilmente removibles. Se puede tener ordenador, televisión, móvil y vivir pretendiendo estar en el siglo XX...

    Tu comentario sobre la forma de celebración del culto me ha recordado a mi viaje a Bulgaria en el que visitamos varias iglesias ortodoxas y hacían algo parecido.

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